A partir de Marranismo e inscripción…, de Alberto Moreiras, Madrid: Escolar y Mayo, 2016. Por Juan Carlos Quintero Herencia.

I

La toma del tiempo

“¿Te gustó el libro, te parece que funciona?” me preguntas. Cuando contesto que sí, que me gustó, siento que la afirmativa es, de inmediato, la tachadura de toda la incomodidad e intensidad asociadas a los libros que he disfrutado. Y éste, como otros que me han gustado, me tomó tiempo. Los que me gustan, me toman tiempo, necesito acompañarlos —por razones que no sé ni quiero explicar— con otras lecturas, con otros textos. Por eso me tardo. Hace tiempo, mucho antes que se pusiera de moda la lentitud académica o universitaria, que abracé las consecuencias y la singularidad de mi “tardarme”. No hay nada que hacer. Además, evité leer las reseñas hasta haber terminado de leer el libro. No quiero que me dañen la película, ni me predispongan, ni me lo cuenten en ninguna dirección.

Ya que se trata de un libro eminentemente autográfico, me gustaría acompañar tu gesto en Marranismo e inscripción con las condiciones, algo del contexto desde donde te vengo leyendo hace un tiempo. Consignar aquí todo el ruido que tengo que poner al lado para poder leer(te).

No creo que nos hayamos dado las manos. No recuerdo un estrechón de manos. Es probable que hayamos coincidido en los pasillos de alguna conferencia profesional y recuerdo algunas fotos colgadas en un panel en el último LASA en Washington, DC. Tu nombre fue primero una cita, una referencia, un pasaje —de hecho recuerdo el uso de The Exhaustion of Difference (2001) en el libro de Juan Duchesne Winter, Fugas incomunistas (2005)— luego devendría parte de esa suerte de epicentro polémico, de chismes e incesantes rumoreos académicos. Esta última situación, de hecho, se convirtió en un escena que precisamente estorbaba o neutralizaba cualquier lectura o comentario mío sobre tus textos. Cuando en medio de alguna conversación con amigos —intelectuales, escritores o universitarios— mencionaba alguno de tus textos, en demasiadas ocasiones, se instalaban rostros, “peros” y muecas. La plantilla de adjetivos, juicios (morales), calificativos o descalificaciones que de inmediato procedían, tenían el efecto (en mi) de abrir ese estúpido “disclaimer” que no me interesaba mediar, que quién carajos va a saber lo que sucedió, que no sé lo que en verdad allí pasó, ni me interesaba, etc., etc. Este gesto mío tampoco ayudaba a mantener la continuidad de la conversación, pues pocos o casi ninguno parecían haberte leído o querían hacerlo. Para muchos, a pesar o quizás debido a su filiación o endeudamiento disciplinario, decir cosas como “ese tipo es un_____________” o “esa tipa es una _____________” es parte de una carga y descarga afectiva y moral que acompaña y firma su labor crítica, aunque dejen esto para el cotilleo y el aparte entre panas. Quería y quiero hablar de otras cosas que no pasan por ahí. ¿De qué estamos hablando, de los textos, de la labor de pensamiento que allí se despliega o de la “estatura moral de las personas envueltas”, de cuán humildes, simpáticos o arrogantes son? No creo que en estos asuntos existan víctimas y victimarios absolutos, impolutos. Ni me importa. En fin.

Creo que el “affaire en Z” o el ground zero que estalló con el “subalternismo” y “post-subalternismo” tiene los visos de un concurso de popularidad, de torneo político-institucional ante los administradores y ganaron los más astutos, los mercadeables, quizás “los más agradables”, los instrumentalizables, los que hablan o hablaron un mejor “Decanish” (la lengua del decanato). Me consta haber sentido y escuchado la “sospecha”, el pasarle la cuenta, el goce ante el —entonces— extraño “latinoamericanista”, al “antipático” español que para colmo no visitaba los santos lugares de la diferencia o la identidad “latinoamericanista”. Nada de lo que aparece entre comillas ni lo afirmo, ni me interesa desmentirlo, porque nada de esto, repito, me consta, ni me parece relevante, ni mucho menos ando por ahí buscando versiones o contra-versiones. De la misma manera, ya se pasea con nuevas vestiduras la “sospecha” y la paranoia ante el deseo infrapolítico por hablar de la esquemática histórica heiddegeriana de cara a América Latina.

Siempre he dicho que me parecen mucho más retadores e estimulantes los lugares de tu enunciación y algunos de tus textos que cualquiera de los textos de tus “enemigos”, adversarios o sus epígonos. Incluso los disfruto más aunque difiera de ellos o cuando todavía no los “entiendo” del todo. Para mi esta es la marca de un texto que “funciona”. By the way, la discursividad decolonial se me cae de las manos porque telegrafía, le sirve la mesa a la simplificación y reduce la diferencia o la complejidad desde la salida. Todo termina cayendo en su sitio y desde la salida se sabe cómo y qué se va a “concluir”.

Creo que mi distancia y desconocimiento íntimo asociados a los días convulsos en “Z” me ha permitido escapar tanto de la moralina institucional, del torneo citacional sectario, de la verbosidad teórica, como del fisiculturismo discursivo o del craso anti-intelectualismo que nuclea, en ocasiones, el bochinche sobre lo que pasó en “Z” y sus consecuencias. Con lo anterior ni niego, ni dudo de los dolores y sufrimientos realmente vividos durante esos años, como subestimo la “realidad” de movidas y maquinaciones que pueden “testimoniar” o negar cualquiera de sus participantes o testigos. En verdad, Alberto, me aburre el tema. Igual me siento como quien se asoma a una escena obscenamente íntima y no tiene manera de salir de allí. Esto en particular ni lo celebro, ni lo agradezco, lo doy por recibido. Sobre el sujeto que escribe Marranismo e inscripción este relato sobre “Z” parece una herida sin sutura. Espero, sin embargo, que esto sea lo menos discutido, leído o comentado de Marranisno e inscripción. O que por curiosidad malsana permita que otros lectores se acerquen al libro. Si se va a convertir en otra re-edición del dime-y-direte entre los que son y los que no son (algo), paso. Las reseñas que he leído ya enfatizan lo que me parece importante del libro.

Creo que la mejor funcionalidad de este libro, es esa funcionalidad averiada que tan productiva y dialogante me parece y que firma lo que me atrevería a subrayar como una singularidad de lo literario y, borgianamente, de lo teórico. Algunos de los aspectos me parecen contribuciones del libro son: 1) la inscripción decisiva del daño y regocijo anti-teórico que plaga la academia contemporánea. Necesitamos asediar la hegemonía de la pulsión anti-intelectual, anti-teórica que regentea la universidad tal y como la conocemos hoy. Fue toda una sorpresa, más que estimulante, leer en las páginas dedicadas al episodio en “Z” el espejeo de un momento efervescente en el campo intelectual puertorriqueño del pasado fin de siglo. Me refiero a las discusiones y debates, además de las histerizaciones de algunos ante el denostado corpus “post-moderno” en el Puerto Rico universitario de finales de los 1990’s y comienzo de los 2000’s, 2) la puesta en discusión de las posibilidades e imposibilidades críticas de la “infrapolítica como una crítica del giro político” (33) y 3) el abandono de la secundariedad intelectual, del enmarcado cientista de la labor crítica, en tanto ficción crítica o ficción teórica. La voluntad escritural, literaria del libro lo coloca serenamente, si se me permite, entre “nuestros extraños libros” latinoamericanos. Nada de esto merece meramente aplausos, sino discusión y deliberación amplios.

II

Asociaciones libres y preguntas. Asocio y pregunto recordando las palabras de mi madrina santera quien me decía, cuando veía venir una pregunta sobre el secreto: lo que se sabe no se pregunta. También porque aquí, tal vez, expongo, no sé, algunas de mis resistencias o confusiones ante MI. Uso MI autorizado por el gesto indigerible, indigesto con el que Brett Levinson presentaba la performance de tu pensamiento en Marranismo e interpretación: “Marranismo e inscripción, henceforth MI, is both a performance and explanation of its own undigestibility, which is to say, the undigestibility of Moreiras within Hispanism as well as within, let us call them, the theoretical humanities.” Recordé que MI es también la abreviatura utilizada por los productores de la película-franquicia de acción y espionaje Mission Impossible protagonizada por Tom Cruise. Y más que cualquier extrapolación efectista o el relleno del vacío que desaloja lo imposible con la proeza visual, me gustaría seguir pensando el carácter imposible de tu crítica al “latinoamericanismo del yo” y el “llamado de una lengua no metafórica”.

En tu lectura del “latinoamericanismo del yo”, éste parece ser consecuencia de una movida cartográfica, de haber padecido una “cartografía” donde se te convirtió en personaje capturado por dicho mapa. Más o mejor que una concepción cartográfica del “yo” ¿podríamos repensar lo “yoico” desde otras coordenadas? Que al igual que la resistencia a la experiencia psicoanalítica se manifiesta con ese “psicoanalizarse es lo que siempre necesita el otro”, también pudieramos evitar la trampa de que “más yoico eres tú” y responsabilizarnos por ese estar implicados hasta el tuétano en la opción de la primera persona. Creo que MI expone un “yo”, tal vez indigesto pero también en vías de fuga, abandonándose a otros placeres y por lo mismo, ojalá, camino a otra interlocución. Ahora bien, más o menos que el diseño o una captura cartográfica lo “yoico” me parece un privilegiar, un totalizar la presencia y el actuar del “yo”, volverlo escenario y protagonista indispensable de la labor crítica, la reducción de lo personal o de lo íntimo a la primera persona. ¿El “no hay un nosotros” que exhibe la infrapolítica sería una marca de su carácter post-yoico, infrayoico, su posibilidad imposible?

III

La espalda de lo imposible-lo posible del pensar (:) Deconstruir, desmetaforizar, desnarrativizar ¿des-equivalenciar? “Despertar en el pensamiento”

“No sabemos lo que podría ser una vida sin metáforas, pero sabemos o podemos intuir lo que la metáfora traiciona. Marranismo e inscripción (135)

Me consta, por varias instancias, lecturas e intercambios por Facebook, tu deseo reflexivo por continuar o asumir la tarea de-constructiva derrideana como un despertar del sueño sonámbulo del metafísico —a diferencia del, pero relacionado con el sonámbulo poético (sobre el cual dices poco)— pues el sonámbulo metafísico es quien sueña “sin romper el carácter metafórico de la lengua” o citando a Derrida  despertar como la escucha de la «llamada de una lengua no metafórica imposible» (278).” Es casi seguro que aquí y ahora pulse mi condición crónica, poética, o mi inhabilidad para elucidar, o habitar la lucidez del sujeto de la luz (si se me perdona la redundancia) que ha despertado. Romper la metáfora es producir otra metáfora o al menos suspenderla por un instante. ¿Qué haría posible políticamente esta lengua-no-metafórica-imposible? ¿Con qué tipo de oído escuchas ese “llamado”? ¿O escuchas tal vez el llamado desde una viscosidad literalizante en la que creerías como escritor, como marrano y que nunca deviene discurso en tanto expondría tu secreto? ¿Por qué no lidiar, des-obrar con ese tacto, con el pálpito con “lo real” que también recorre lo meta-phorein como escape de lo dicotómico, como transferencia a otro o cualquier lugar?

Si la metáfora “traiciona”, falta o delinque, sino es leal, ¿cuál es el problema de este “sueño”, cuál es la naturaleza de su deslealtad y qué o quién decide su “politicidad? A veces me parece —puedo, sin duda, equivocarme colosalmente— que si “desmetaforizar es deconstruir” bajo el signo de lo imposible, este des-obrar el trabajo de la metáfora tal vez arrastre una noción muy específica, quizás muy parcial o limitada de lo metafórico que todavía transporta un binario y sólo percibe y reconoce espasmódicamente la potencialidad múltiple, abierta de lo metafórico. ¿La infrapolítica “sospecha” de toda voluntad, más bien de la inevitabilidad-potencialidad metafórica? ¿Insiste alguna voluntad equivalencial, alguna ideologización en el trabajo de la metáfora?

Espero que estas notas (menores) te hayan sacado de las “ascuas”, de allí donde mis salidas o silencios en el pasado te habían colocado.

Gracias por el libro y en cuanto me lleguen ejemplares de La hoja de mar te paso uno firmado. Un abrazo.

Juan Carlos Quintero Herencia

20 de marzo de 2017, Silver Spring, Maryland