Querido Gerardo: muchas gracias por tu comentario, que nos permite mantener la conversación que mantuvimos en Princeton. Wilson es un modelo para el pensamiento de Weber sobre el líder antiautoritario, desde luego. No conozco el libro que citas, pero me parece muy relevante y voy a hacerme con él. Pues lo peculiar de Weber es ciertamente una defensa del parlamentarismo. Este solo hecho hace de Schmitt un hijo ilegítimo de Weber. El parlamentarismo es electivamente afin con lo aprincipial, desde luego. La discusion infinita es el reconocimiento de la falta de fundamentos.
En realidad, el parlamento no es una escuela de teoría, sino una aspiración a la concreción y singularización de las decisiones y por eso es la mayor institución al servicio del control del estado administrativo. Por supuesto que el parlamento es coral, y desde luego no tiene nada que ver con el líder concentrado presidencial. Sin embargo, es el lugar en el que se puede apreciar la manera en que se acredita que alguien es capaz defender intereses materiales de los dominados.
Ahora bien, por si solo no es suficiente para controlar el estado administrativo, porque sería como perseguir el ratón al gato. De lo que se trata es de que el que da las órdenes en el estado administrativo tenga que responder también a los intereses de los dominados. Desde este punto de vista, argumenté que sólo las dos dimensiones (Parlamento y Gobierno) están en condiciones de controlar la burocracia.
El primero porque analiza las decisiones de los burócratas, las hace públicas, exige preguntas y describe procesos, por mucho que tengan base legal; el segundo porque permite que el activismo legislativo o incluso el ordenamiento esté en condiciones de responder a los intereses de los dominados. Sin esta figura, sólo se controlaría a la contra; por un presidente adecuado se presiona a favor de que se atiendan positivamente los intereses de los dominados. El parlamento en todo caso puede ser decisivo para que se no violen o se lesionen.
Querido Alberto: para comprender este debate debemos marcar el sentido bastante limitado de lo que Galli llama pensamiento moderno. Lo que Galli quiere es, como Duso, eliminar como marco de conversación el planteamiento de Hobbes. Esto significa que todo pensamiento contractualista moderno es principial y desde luego nadie quiere caer en sus redes. Desde luego, el pensamiento republicano no cae en esas redes porque ciertamente no asume esa creatio ex nihilo del contrato bajo ninguna de sus maneras. Y desde luego, tienes razón: el anarquismo no es sino una manifestación más radical de la teoría del contrato, como se descubre cuando observamos las deudas que Proudhon mantiene respecto de Rousseau.
Las paradojas de este pensamiento principial llevaron a Kant a hablar del contrato como un ideal del futuro y nunca como un fundamento político. Y desde luego, no confundo el anarco-populismo con el anarquismo en tanto tradición que forma parte de la historia de las ideas.
El problema, como dijimos en conversaciones anteriores, es definir bien el asunto a-principial. Y sinceramente, este es el punto que no entiendo bien. Pues lo decisivo para mí no es reconocer que desde luego nada en política ni en filosofía política invoca un fundamento. El hecho de que Laclau intente suturar su pensamiento político con el líder como referente vacío no es solo el más sincero de los reconocimientos de esa ausencia, sino también pensamiento no completamente reconciliado con ella, por cuanto intenta por todos los medios buscarle un subrogado. Sin embargo, no es claro para mí que las rupturas con los órdenes conceptuales fundamentales, y su disolución, signifique la ruptura con los órdenes materiales, y entre ellos los psíquicos. Y creo que hay una cierta filosofía de la historia cuando la primera destrucción se confunde con la segunda.
De hecho, acerca de esto iba mi conferencia, un tema al que nadie entró porque implica una relativización de la filosofía como aparato conceptual para apresar estas realidades materiales. La filosofía de la historia, siempre de naturaleza utópica, consiste en suponer que nos libramos de la historia justo al librarnos de algunos conceptos metafísicos. Esto me separa de los juegos conceptuales de Heidegger. Una filosofía aprincipial deja todavía muchas realidades materiales históricas operando.
Mi posición es que el populismo no puede ser hegemónico porque las realidades materiales no lo permitirán mientras el centro de gravedad de la vida histórica no se condense al límite de las tragedias. Mientras esto no ocurra, lo que quiere decir la teoría de la hegemonía de forma real es que los regímenes presidencialistas exigen que la población se divida en dos para la elección y que por tanto se tendrá tanto más poder cuanto más clara sea la división y menos se llegue a la mayoría sin compromisos de pactos. Pero en los regímenes parlamentarios la hegemonía no significa nada. Y el mayor de los errores de Iglesias ha sido acuñar un pensamiento de la hegemonía en un régimen parlamentario puro, que no tiene ningún escenario propio del presidencialismo.
El republicanismo por supuesto que comparte la conciencia de la necesidad de acabar con ese pensamiento principial. Pero reconoce que eso es una condición necesaria, pero en modo alguno suficiente para avanzar hacia un estado de mínima dominación del ser humano por el ser humano. Y llama la atención acerca de la carencia de mediaciones entre el anarco-populismo y la política. Por eso no se trata de populismo sin líder. Se trata de política capaz de reducir la dominación, lo que positivamente es otra cosa completamente. Y esto nos lleva a la cuestión de nuestro viejo debate.
El republicanismo no necesita de la hegemonía, pero sí necesita de la legitimidad. Y el problema es que la legitimidad no es una afirmación de arché. Y sin embargo, tampoco queda bien abordado mediante un pensamiento exclusivamente deconstructivo del arché. Aquí las categorías del republicanismo exige algún forma de diferencia entre decisiones, algo que no veo en el anarco-populismo que defiendes. Por eso creo que a partir del republicanismo se pueden traducir mejor las categorías de la emancipación.
(*Esta réplica contesta a los textos “Presidencialismo y liderazgo. Una pregunta para José Luis Villacañas”, de Gerardo Muñoz y “El desacuerdo de José Luis Villacañas”, de Alberto Moreiras.)
*Fotografía: Princeton University. April 7.2017.
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