Sobre arché y posthegemonía. Por Alberto Moreiras.

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En comentario a “El desacuerdo de José Luis Villacañas,” abajo, Jacques Lezra nos recuerda el artículo de Stathis Gourgouris en Political Concepts sobre “arché:”

https://www.politicalconcepts.org/arche-stathis-gourgouris/

Para la discusión en juego:  Lo de Stathis es una reflexión útil en la precisa medida en que se enfoca en esa gran frase aristotélica de ton archonta archomenon mathein, es decir, el que manda aprende siendo mandado, algo así.   Esto conviene vincularlo en el presente a la teorización de Ranciére, diría yo, sobre el hecho de que en democracia cualquiera puede gobernar, el gobierno no requiere de cualificación alguna. Y sin duda está también vinculado al principio ilustrado de que en democracia nadie obedece sino a sí mismo, nadie manda porque las leyes están aprobadas por la voluntad general y se ha entrado desde siempre en un pacto de gobierno que nos hace a todos iguales e igualmente libres—seguimos la ley porque es nuestra ley, así no hay heteronomía en democracia.   Incluso podríamos vincularlo a lo que se saludó como gran innovación neozapatista, lo de “mandar obedeciendo,” sin que la gente se percatara de que no fue tal innovación decolonial. Todo esto es necesario recordarlo, y sigue siendo tan crucial para la libertad política hoy como en la época de Aristóteles o en los albores de la segunda modernidad.

Pero yo creo que “posthegemonía,” y justamente a partir de lo que Stathis dice explícitamente que deja fuera, esto es, el pensamiento de Heidegger, el de Schürmann, el de Derrida sobre estas cuestiones, le añade un pequeño suplemento a ese asunto; creo incluso que la posthegemonía es el pensamiento de ese pequeño suplemento.   El suplemento tiene que ver con que el pensamiento del arché ha quedado deslegitimado por la historia para todo archonte; que el archonte hoy no puede ya remitirse a un principio de mando sustancial, o a ningún origen; que el archonte tiene solo la legitimidad de asumir su propia ilegitimidad, y que por lo tanto el mando no puede sostenerse como mando. La frase de Aristóteles es ahora interrogada desde su reverso. Si en Aristóteles remitía todavía a un principio de legitimidad, a una idea que trascendía al líder y con respecto de la cual el líder tenía que obedecer—la idea de arché, con respecto de la cual sabemos que el nombre mismo de “democracia” traía problemas sin cuento—hoy no podemos ya presuponerla o empezamos por darla por perdida.   En realidad ese es el punto de partida mismo de la teoría de Ernesto Laclau—y de la de Lefort y otros, también de Agamben. Y es lo que Schürmann llama “broken hegemony,” el hecho de que todo arché es hoy un fantasma.

En su “segundo registro” del capítulo tercero de Espectros de Marx Derrida insistía en que esa es la región del pensamiento para una política que viene.   Heidegger pudo llamarla Be-reich en algún texto, usando esa palabra como singulare tantum.

La posthegemonía parte de que “nadie es más que nadie,” y de que ese es el único sustento de la articulación social y de la idea de igual dignidad de todos—la pérdida de legitimidad sostenida en el principio significa que todos somos igualmente ilegítimos, y, en el reverso, que solo queda la democracia en la ruina de todos los principios. Se trata en realidad de revertir sustancialmente aspectos cruciales de la política aristotélica.

Es verdad que Laclau advirtió innumerables veces de que su hegemonía no podía ser más que fantasmática, contingente, coyuntural, nunca sustancial.   Para él, la hegemonía no remitía a arché alguna, sino solo a la ilusión de alianza mayoritaria en cadena equivalencial de demandas y catexeis relativamente unificadas por el líder.   La posthegemonía no reniega de la hegemonía como lógica política, sino que se limita a decir que el emperador no lleva ropa, que la hegemonía es fantasmática, y a insistir en que la democracia pasa por la destrucción del fantasma en cada caso, no por su entronización ilusa.   La posthegemonía es en ese sentido no más que un intento de estar en política atravesando la fantasía inherente a la política—a toda política. Por eso la posthegemonía debe aliarse con la deconstrucción y por eso no tiene más remedio que invocar la infrapolítica.

2 thoughts on “Sobre arché y posthegemonía. Por Alberto Moreiras.

  1. En efecto, Alberto. Yo recuerdo que este texto lo comenté en el verano de la U Complutense del 2014. En aquel momento me parecía persuasiva el pluralismo arcaico, pero ya no. Puesto que lo que divide el texto de SG y todo lo que una serie de personas han venido haciendo de manera más o menos
    sistemática – hay proyectos, tesis y publicaciones en curso – sobre Reiner Schürmann en cuanto pasa ya por ana-arquía e infrapolítica. Y esta segunda indisociable de la poshegemonía.

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