Apunte rápido al hilo de la lectura de los dos documentos políticos centrales (Iglesias/Errejón) para el congreso de Podemos “Vista Alegre II”:
1) Lo primero que me llama la atención es su escaso alcance, absorbidos como están en el corto plazo que traza tanto el contexto político español actual y, particularmente, las discrepancias internas en Podemos. De aquí que todo lo que se propone tenga ese mismo estilo que podía tener un documento de cualquier organización comunista de los años setenta. El marco de análisis no va más allá del momento de la UE, de la actual crisis económica, y carece de toda idea fuerza de trasfondo que sobrepase lo inmediato. Ninguna articulación, por ejemplo, respecto de la nueva etapa del capitalismo a la que se superpone una crisis civilizatoria en la que lo que está en juego es el orden planetario; falta todo nexo a una nueva política y a un nuevo modo de estar en el mundo. Sorprende alarmantemente que la cuestión ecológica no sea una perspectiva de fondo sino, como en todos los partidos, una parcela más del asunto político.
2) Sobre el papel la proximidad de los dos documentos, no justificaría ninguno alternativo al del secretario general, toda vez que lo esencial para ambos es la constitución de un conjunto social transversal enfrentado a la oligarquía, y en una clave de orientación política de corte, por decirlo breve, social-demócrata. Lo demás son ya cuestiones de matiz, de énfasis, de grado: unidad/descentralización, institución/movimiento, pacto/confrontación. Por lo que, si nos atuviéramos solo a esto, Errejón tendría que haberse limitado a enmiendas al documento del secretario. Y si no es así es porque lo que está en juego no está explicitado en los documentos, todo lo más insinuado entre líneas. Y, sobre todo, porque lo que importa no son los papeles, sino las fuerzas con las que se cuenta, por lo que necesariamente el documento tenía que ser acompañado de una propuesta alternativa para el Consejo ciudadano.
3) Hay que suponer, por lo que conocemos al margen del documento, que Iglesias parece otorgar un peso mayor a la unidad de la izquierda, esto es, al enlace con IU, acompañado por un difuso obrerismo, de lo que trata de distanciarse Errejón, quien, frente a ello, acentúa el lado de construcción del Pueblo. Mientras que puede sospecharse -pues no se indica- que algo del espectro marxismo-leninismo -Anguita mediante- aún forma parte, aunque difusa, de la atmósfera de Iglesias, sin embargo Errejón ha saldado ya cuentas con él vía Laclau. Si Iglesias se inclina más a la estrategia de las “dos orillas”, aquella alentada por la Internacional, anterior a la política de Frentes populares, que identificaba socialdemocracia con socialfascismo, para el proyecto de Errejón no se puede prescindir del PSOE.
4) Por lo demás, ambos estarían inmersos en una concepción muy instrumentalista de lo político; y no se podía esperar otra cosa cuando la clave, en un caso, se diría, es una lectura de El Príncipe a través de “Juego de Tronos”, y, en el otro, el populismo de significantes vacíos y liderazgo, dándose en ambos vapores schmittianos. Es coherente, ciertamente, con el no-lugar de la verdad y, en consecuencia de la parrêsía, en ambos enfoques; no me refiero a la verdad de la ciencia – que ya no es lo que se creía que era; no es Platón malgré Badiou. No es sorprendente, pues, el maniobrerismo en que ha caído la disputa interna de grupos perfectamente alineados, que recuerda las peores tradiciones de la izquierda; y así, mientras uno acentúa la unidad con el líder (con sus sobrepoderes a la cabeza), el otro, después de apoyar esa inaceptable concepción de la unidad en el anterior Congreso, y de que en sus claves teóricas el liderazgo fuese pieza esencial, ahora plantee demediarla.
5) En cuanto a la cuestión de la hegemonía, G. Muñoz y A. Moreiras han anotado puntos muy relevantes. En la medida en que ya no se supone un sujeto privilegiado de la historia, ya solo tiene sentido en la línea de sentar las bases para un nuevo bloque histórico, que monta tanto como un nuevo horizonte económico-cultural no capitalista. Sin embargo, no es esta la orientación, sino una de carácter sustancialista en que, en un caso, la plebs, nunca bien definida, es la que representa el particular que encarna al universal; y, en otro, se nos propone al Pueblo, que si bien construido, no se hace sino por el patrón de la patria, geográfica e históricamente entendida (España), y, por tanto, de las tradiciones y del poso de la cultura que le subyace (en el documento se llama a desarrollar “iniciativas para la recuperación de la cultura popular tradicional y el folclore”!, p. 28), de manera que seguirá siendo excluyente; Errejón, debido a su filtro populista, no se apercibe de que hoy las dos únicas vías de integración en las democracias complejas son las republicanas vía del derecho y vía de la cultura política democrática, no pues sustancialismo cultural alguno que viniera finalmente a expresar la identidad subyacente al macrosujeto político.