Quiero detenerme sucintamente en algunos aspectos de la obra de Martínez Marzoa y conectarlo con una pregunta que se hizo (creo que fue Ludmila) en la sesión sobre el libro de Zivin acerca de la relación entre democracia y marranismo. En la obra de Marzoa no se trata la cuestión de lo marrano, pero creo que a partir del concepto de lo civil se puede establecer una conexión entre marranismo y democracia.
Para Marzoa, con el concepto de lo civil se accede a algo “nuevo”, que “no se da por sentado” a partir de autores como Hobbes, Spinoza y otros, lo que supone en estos autores un proceso de separación o distancia respecto de la tradición anterior (en lo cual será clave la distancia de la comunidad); pero otra de las claves, quizá no tan explícita, es la consciencia tardomoderna desde donde se habla (esto es, en distancia también respecto de la modernidad, quizá no como rechazo de sus presupuestos sino como radicalización de los mismos). Esto produce que la textualidad, por caso la de Hobbes, y en especial lo que tradicionalmente ha podido significar, se nos presente en disonancia o desajuste con lo que apunta Marzoa; por ello no hay que perder de vista el enfoque formal con el que hace sus lecturas (formal como opuesto a materia en Kant, no como “forma” como los manuales de lógica).
La clave en esta cuestión, según lo entiendo yo, es la negación de todo contenido vinculante (esto es, contenido que refiera a una identidad, comunidad o jerarquía material de valores) en lo político, como condición fundamental de la democracia. Precisamente pensar una democracia desde la desligación, lo cual no niega trazas de identidad, comunidad, etc., sólo que estas no pueden ser el objeto de la política. Un rechazo de la lógica de la identidad (pero también de la reivindicación y afloración de múltiples diferencias como otra cara de la misma lógica), como condición de posibilidad de un pensar la política de modo garantista, esto es, sin distingo por quién sea uno. O lo que es lo mismo, la descualificación radical como condición de la trabazón social en democracia. La disolución de la lógica de la identidad en una política donde el secreto queda a resguardo.
Gracias por traer esta alusión al debate. En efecto, me parece que en la distinción entre forma y formalidad está la diferencia entre el análisis ontológico de Martínez Marzoa y la esfera kantiana del pensamiento jurídico y normativo inaugurado por Kant y proseguido por el derecho fundamentado trascendentalmente. Cuestión que también debe ser distinguida de la noción de publicidad burguesa y sociedad civil en el arco hegeliano.
Ahora, una civilidad vaciada o desarticulada de todo contenido vinculante ya no funciona en la esfera del reconocimiento ni, de manera convencional, en la lógica de la representación (demandando una representación siempre re-emprendida, siempre corregible). La civilidad aparece así como el lugar en que cualquier pretensión por sobre-codificar la política fracasa, y eso no es una renuncia a la modernidad, sino una radicalización de su lógica desvinculante…Casi como si habláramos de un liberalismo radical, al estilo de Xavier Rubert de Ventos….pero Martínez Marzoa va más allá…y me interesa ver cómo esta noción de lo civil se relaciona con su lectura ontológica de Marx y del modo de producción capitalista, pues ahí se juega una crítica del derecho muy relevante…creo!
Sin duda alguna, Guillermo. Esto también está apuntado como posibilidad crítica en el primer capítulo del libro de Cabezas. Lo cual por supuesto trae enormes problemas, y el primero es ya notar que, por lo tanto, estamos haciéndonos peligrosamente eco, al invertirlas, de las descalificaciones antisemitas en nombre de una conciencia sustantiva de la comunidad, o de una creencia en la posibilidad de su reconstitución. Este es el tema heideggeriano en sus Cuadernos negros. La mera inversión, es decir, dotar de contenido positivo a lo que en un momento histórico apareció como negativo, no sería el problema. El problema más bien sería que, sin una salida previsible de la cuestión nihilista, afirmar la vinculación entre marranismo y democracia es todavía afirmar la vinculación entre marranismo y nihilismo. El corolario crítico indispensable, por lo tanto, tendría que ser mostrar cómo el marranismo no es sin más nihilista, sino que lleva en sí, infrapolíticamente si hemos de tomarnos esto en serio, la salida historial de la crisis nihilista. Esta es una necesaria vuelta de tuerca. Estamos en ello. Ojalá Martínez Marzoa ayude decisivamente.
Gracias, Alberto. Con esto llegamos a una cuestión hablada hace unas semanas y es la necesidad de que aclaremos la diferencia específica en la comprensión del nihilismo en Marzoa y en Leyte. Pero para ello se me hace necesario aclarar antes qué estamos entendiendo por nihilismo (aclaración que yo no sé hacer) para poder contraponerlo y así salir del escollo, si fuera posible, de la caída del marranismo en nihilismo como arriba apuntabas.
A modo de recuerdo, copié algunos textos de Marzoa sobre el nihilismo en los comentarios a esta entrada, donde también señalaba Alberto la necesidad de que distingamos entre “nihilismos”: http://goo.gl/UTdB9L.
Creo que debemos suspender temporalmente esta pregunta, porque es muy compleja. Los textos fundamentales en mi opinión que habría que leer son Nietzsche, Writings from the Late Notebooks, el Nietzsche de Heidegger, dos volúmenes, La tiranía de los valores de Schmitt, y todo Cioran. También el libro de Franco Volpi, Il nihilismo, ayuda parcialmente a una reconstrucción histórica de la temática sin que el libro en sí haga una contribución decisiva. Y el ensayo de Paul de Man sobre La tarea del traductor de Benjamin. Sobre nihilismo político el texto esencial sería Carlo Galli, Genealogia della política. Todo esto es necesario hacerlo, claro, pero mejor no improvisar una contestación demasiado rápida–seguiremos leyendo a Marzoa para ver cómo su percepción, de la que ya hemos empezado a hablar, se engancha con todo lo que estamos discutiendo. La cuestión no es el entendimiento del nihilismo, por otra parte, sino más bien las posibilidades de salida de tal coyuntura, lo cual pasa por supuesto por un entendimiento ajustado, no improvisado, de la coyuntura misma. Ahí es donde se instala la noción de infrapolítica. Por definición, si creyéramos que Martínez Marzoa ya ha dicho todo lo que hay que decir sobre el tema entonces no haría falta leerlo!
Yo creo que también habría que añadir el libro de Deleuze sobre Nietzsche. Obviamente es muy discutible la tendencia de Deleuze a caer en un idealismo de la vida, esto es, a basar su crítica a la estructuras jerárquicas del pensamiento de la representación en la irreductibilidad del juego de fuerzas. Pero por lo que recuerdo de ese libro, quizás sea interesante su oposición a la actitud contemplativa ante el nihilismo (quizás derivada de Heidegger) y que creo que apunta hacia una vía de la cual aún hay que seguir haciéndose cargo.
El libro de Deleuze sobre Nietzsche es ciertamente muy bueno, aunque ahora mismo no recuerdo que tomara una posición firme en relación con el tema del nihilismo. ¿Nos cuentas algo? En cualquier caso, también habría que mencionar, en cuanto intérpretes de Nietzsche de paso obligado, el ensayo de Pierre Klossowski, Nietzsche et le cercle vicieux.